Sacamos finos filetes de las pechugas de pollo y los estiramos sobre una tabla con papel transparente, con el que también las cubrimos. Con ayuda de un rodillo, machacamos ligeramente la superficie y retiramos el papel transparente.
Añadimos sal, orégano y pimienta en la superficie y disponemos lonchas de jamón y finas láminas de queso cheddar. Enrollamos las pechugas de pollo formando rollitos que cerramos con ayuda de unos palillos.
Pasamos cada rollito por harina, huevo batido y pan rallado respectivamente. En una sartén con aceite de oliva, cocinamos los rollitos hasta dorar y reservamos en papel absorbente retirando los palillos.
Cortamos los rollitos en rodajas, los disponemos en el plato que más nos guste…¡listos para disfrutar!
En esta receta tenemos una elaboración que nos recuerda al futomaki clásico del sushi, pero con una elaboración cocinada y no en frío.
Este plato puede ser un entrante ideal para aquellas ocasiones en las que queramos tener una comida de picoteo o algunos entrantes y un plato principal. En ambos casos, siempre será mejor incluir verduras, tanto como entrantes como en el plato principal.
Esta receta, nos aporta proteínas de calidad, tanto por parte del jamón, el pollo y el queso. También tenemos un aporte de hidratos de carbono por parte de la harina y el pan rallado. Esto hace que sea un plato denso a nivel calórico, por lo que partirlo en raciones pequeñas será ideal para poder incluir pequeñas porciones.
Deberíamos usar opciones que no contengan gluten, como harina de maíz o garbanzo. También deberíamos revisar las etiquetas para confirmar que no puedan existir trazas de gluten.
Información adicional sobre el ingrediente destacado:
En esta receta, podemos destacar dos tipos de carnes como son el pollo y el jamón. El pollo, es una carne blanca, que, a diferencia del jamón serrano y las carnes rojas, tiene un perfil graso bajo. Ambas son fuentes de proteínas de calidad, pero por este último motivo, las carnes rojas y procesadas no son para consumo frecuente.
El pollo también es una buena fuente de vitaminas como B6 o niacina y de minerales como el fósforo y selenio. El jamón serrano, por su parte, aporta también minerales como el hierro, magnesio o zinc, así como vitaminas del grupo B cómo B1, B2, B3 y B6.