Cortamos el limón por la mitad, lo exprimimos y vertemos el zumo en un recipiente para batir.
Añadimos la miel, la mostaza y comenzamos batiendo con una batidora hasta conseguir una textura homogénea.
En ese momento, vamos añadiendo el aceite a hilo para que vaya montándose la salsa poco a poco.
Cuando hayamos incorporado todo el aceite y la salsa esté bien emulsionada, ajustamos de sal y pimienta al gusto y volvemos a batir. Servimos y… ¡a disfrutar!
El zumo de limón es necesario porque es el ingrediente que nos ayuda a emulsionar la salsa cuando se mezcla con el aceite de oliva. También podríamos reemplazarlo por vinagre en caso de que no tengamos limón en casa.
Si no queremos una salsa emulsionada, tan solo tenemos que aumentar la proporción de mostaza al doble y mezclarla con la miel, sal y pimienta al gusto. Eliminamos el aceite y el limón porque como se ha explicado anteriormente, son los ingredientes que hacen emulsionar la salsa.
Para elaborarla, podemos utilizar tanto mostaza en grano como molida, todo depende de gustos.
En caso de que nos guste una salsa de miel y mostaza más suave, podemos mezclar esta base con un poco de yogur natural, preferiblemente griego para que mantenga la textura.
