Para las patatas: en una olla con agua hirviendo y sal, cocemos las patatas durante 40 minutos aproximadamente o hasta que estén cocidas. Escurrimos y, una vez templadas, las cortamos por la mitad y retiramos parte del interior con una cuchara.
Para el relleno: en la olla con agua hirviendo, cocemos los huevos durante 10 minutos aproximadamente. Retiramos en agua fría, pelamos, picamos y añadimos a un bol junto con la carne de las patatas reservada anteriormente.
Incorporamos, atún, tomate frito, orégano, sal y pimienta y mezclamos bien todo el conjunto hasta integrar por completo. Disponemos el relleno sobre las patatas en mitades.
Añadimos un poco de queso en la superficie y gratinamos en el horno a 220º durante 8 minutos aproximadamente o hasta dorar. Disponemos en el plato que más nos guste y… ¡listas para disfrutar!
Las patatas es un alimento muy versátil, y aquí tenemos una receta ideal para tener una comida o cena de picoteo para tener muchas opciones diferentes. Es un plato que nos aporta una densidad calórica, con un aporte de hidratos de carbono por parte de las patatas. Siempre será interesante mantener la piel para tener un aporte de fibra. El aporte de proteína lo obtenemos por parte del atún, los huevos y el queso. Sería importante acompañar este tipo de platos con una buena fuente de verduras. Podemos aprovechar que usamos el horno para hacer verduras asadas, tanto para combinar con este plato cómo para tener verduras listas para otro día. A priori, tenemos una receta apta para personas con celiaquía, pero deberíamos revisar las etiquetas para confirmarlo.
En esta receta el ingrediente principal es la patata. Aunque muchas personas las asocian a las verduras, pero en realidad son tubérculos. Destacan en comparación con la mayoría de verduras porque tienen un mayor aporte de energía e hidratos de carbono. Destaca en cocina porque es muy versátil para incluirla en infinidad de recetas. Aporta principalmente hidratos de carbono, junto con vitaminas cómo B6 y minerales cómo magnesio o potasio. Podemos destacar que, si una vez hervidas o guisadas las dejamos enfriar, obtenemos un almidón resistente, que ayuda a nuestra microbiota y sirve como un prebiótico. Una vez las hemos enfriado, cuando las queramos comer, únicamente tenemos que calentarlas.